BOEHME
Por: Ouspensky
Sorprendentemente
afín a Plotino es Jacobo Boehme, quien era un zapatero común del pueblo alemán
de Górlitz a fines del siglo XVI y comienzos del XVII, y quien dejó toda una
serie de escritos notables en los que describió el conocimiento que le
sobrevino en momentos de iluminación.
Su primera
"iluminación" ocurrió en 1600, cuando tenía veinticinco años de edad.
Un día, estando sentado en su habitación, su vista reparó en un bruñido
plato de peltre, que reflejaba el brillo solar con esplendor tan maravilloso
que cayó en éxtasis interior, y le pareció como si a la sazón pudiera
contemplar los principios y la base más profunda de las cosas.
Creyó que eso era sólo fantasía, y afín de desterrarla de su mente
salió al jardín.
Pero allí notó que observaba el corazón mismo de las cosas, las mismas
hierbas y el césped, y que la naturaleza real armonizaba con lo que viera
interiormente.
De esto no dijo nada a nadie, pero oró y agradeció a Dios en
silencio...
Es notable por la
pronunciada intelectualidad de sus "comprehensiones", aunque en ellas
el elemento moral es también muy fuerte.
En el libro (The Varieties of Religious Experience), El
profesor Willian James se detiene con gran atención en la mística Cristiana,
que contribuyó muchísimo al establecimiento del aspecto cognoscitivo de la mística.
60 Dialogues on the
Supersensual Life, de Jacobo Boehme, Londres, Methuen, 1901.
De él tomo la
descripción de las experiencias místicas de ciertos Santos Cristianos.
Un día, San Ignacio
le confesó al Padre Laínez que una sola hora de meditación en Manresa le había
enseñado más verdad sobre las cosas celestiales que todas las enseñanzas juntas
de todos los doctores que pudieran haberle enseñado...
Un día, estando en
oración, en los escalones del coro de la iglesia Dominica, vio claramente el
plan de la Sabiduría Divina en la creación del mundo.
En otra ocasión,
durante una procesión, su espíritu se extasió en Dios, y le fue dado
contemplar, en forma e imágenes
adaptadas al débil entendimiento de un habitante de esta tierra, el profundo misterio de
la Santa Trinidad.
Esta última visión
inundó con tal dulzura su corazón que, en ocasiones posteriores, el solo
recordarla le hacía derramar abundantes lágrimas.
De modo parecido
ocurrió con Santa Teresa.
Ouspensky
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