lunes, 5 de octubre de 2015

BOEHME

BOEHME
Por: Ouspensky

Sorprendentemente afín a Plotino es Jacobo Boehme, quien era un zapatero común del pueblo alemán de Górlitz a fines del siglo XVI y comienzos del XVII, y quien dejó toda una serie de escritos notables en los que describió el conocimiento que le sobrevino en momentos de iluminación.

Su primera "iluminación" ocurrió en 1600, cuando tenía veinticinco años de edad.

Un día, estando sentado en su habitación, su vista reparó en un bruñido plato de peltre, que reflejaba el brillo solar con esplendor tan maravilloso que cayó en éxtasis interior, y le pareció como si a la sazón pudiera contemplar los principios y la base más profunda de las cosas.

Creyó que eso era sólo fantasía, y afín de desterrarla de su mente salió al jardín.

Pero allí notó que observaba el corazón mismo de las cosas, las mismas hierbas y el césped, y que la naturaleza real armonizaba con lo que viera interiormente.

De esto no dijo nada a nadie, pero oró y agradeció a Dios en silencio...

Es notable por la pronunciada intelectualidad de sus "comprehensiones", aunque en ellas el elemento moral es también muy fuerte.

En el libro (The Varieties of Religious Experience), El profesor Willian James se detiene con gran atención en la mística Cristiana, que contribuyó muchísimo al establecimiento del aspecto cognoscitivo de la mística.

60 Dialogues on the Supersensual Life, de Jacobo Boehme, Londres, Methuen, 1901.

De él tomo la descripción de las experiencias místicas de ciertos Santos Cristianos.

Un día, San Ignacio le confesó al Padre Laínez que una sola hora de meditación en Manresa le había enseñado más verdad sobre las cosas celestiales que todas las enseñanzas juntas de todos los doctores que pudieran haberle enseñado...

Un día, estando en oración, en los escalones del coro de la iglesia Dominica, vio claramente el plan de la Sabiduría Divina en la creación del mundo.

En otra ocasión, durante una procesión, su espíritu se extasió en Dios, y le fue dado contemplar, en forma e imágenes adaptadas al débil entendimiento de un habitante de esta tierra, el profundo misterio de la Santa Trinidad.

Esta última visión inundó con tal dulzura su corazón que, en ocasiones posteriores, el solo recordarla le hacía derramar abundantes lágrimas.

De modo parecido ocurrió con Santa Teresa.

Ouspensky


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