EL APÓSTOL SANTIAGO
POR: SAMAEL AUN WEOR
Recordemos por un momento a Santiago, a ese gran
Maestro.
Dicen que es el que más se parecía al Gran Kabir
Jesús; lo llamaban el “hermano del Señor”, y es obvio que disponía de grandes
poderes psíquicos, mágicos.
Santiago fue el primero que después de la muerte
del Gran Kabir, ofició la Misa Gnóstica en Jerusalén.
Cuentan las tradiciones que tuvo que enfrentarse al
mago negro Hermógenes, en Judea.
Santiago, como quiera que conociera la alta magia, combatía
sabiamente al tenebroso.
Si aquél usaba un “sudario” de maravillas, por
ejemplo, éste lo usaba para contrarrestarlo, y si Hermógenes usaba el bastón
mágico, Santiago usaba otro similar, y al fin derrotó al tenebroso en las
tierras de Judea.
Sin embargo, se le consideró “Mago” (y lo era,
fuera de toda duda) y fue condenado a muerte.
Más algo insólito sucede: se da el caso de que el
sarcófago de Santiago se suspendió en los aires, como se dice, y fue
transportado a la antigua España.
Cierto es que allí se habla de Santiago de
Compostela, y dicen del mismo que “resucitó de entre los muertos y que en
aquella tierra fue atacado por los demonios (con figura de toro), por fuego
vivo”.
En fin, se hablan muchas cosas sobre Santiago.
Nicolás Flamel, el gran alquimista medieval, tuvo a
Santiago de Compostela como Patrón de la Gran Obra.
En el camino de Santiago de Compostela, hay una
calle que la llaman “de Santiago”, y también allí hay una caverna que la llaman
“la cueva de la salud”.
Por la época en que la gente hace peregrinaciones
hacia donde está Santiago de Compostela, por esa misma época se reúnen los
alquimistas (en tal cueva), los que están trabajando en la Gran Obra, los que
admiran no solamente a Santiago de Compostela (al cual tienen por Patrono
Bendito), sino también a JACOBO DE MORAI.
Allí se reúnen siempre, por la época de las
peregrinaciones.
Así pues, mientras las gentes están rindiendo un
culto (exotérico, dijéramos) a Santiago de Compostela, los alquimistas y
cabalistas están reunidos en mística asamblea para estudiar La Cábala, la
Alquimia y todos los misterios de la Gran Obra.
Vean ustedes los dos aspectos (exotéricos y
esotéricos) del Cristianismo.
Indubitablemente, todo esto nos invita a la
reflexión.
JACOBO DE MORAI, quien fuera quemado vivo durante
la Inquisición, es tenido (por aquellos alquimistas y cabalistas que se reúnen
en la “cueva de la salud”) en la misma forma que se tiene a Hiram Abiff como el
Maestro Secreto que ha de resucitar en cada uno de nos, y a Santiago como el
Bendito Patrón de la Gran Obra, y esto es bastante interesante...
La Gran Obra es lo que nos interesa a nosotros
realizar, y es (creo, y con toda seguridad, afirmo) lo único para lo cual vale
la pena vivir.
Lo demás, no tiene la menor importancia.
Dicen que el Patrono Santiago, en Compostela, se
aparece a los peregrinos con el sombrero echado hacia arriba, en su mano el
bastón (el cual luce el Caduceo de Mercurio), y una concha de tortuga en el
pecho, como para simbolizar a la Estrella Flamígera.
Les aconsejo que se estudien la “Epístola Universal
de Santiago”, en la Biblia.
Indudablemente, es maravillosa.
Está dirigida a todos aquéllos que trabajamos en la
Gran Obra.
Dice Santiago que “la fe sin obras, es muerta en sí
misma” (nada vale).
Dice Santiago que “necesitamos ser
misericordiosos”.
Eso es claro, porque si nosotros somos
misericordiosos, los Señores del Karma nos juzgarán con misericordia; pero si
nosotros somos despiadados, los Señores del Karma nos juzgarán en forma despiadada.
Y como quiera que la misericordia tiene más poder
que la justicia, es seguro que si somos misericordiosos, podremos eliminar
mucho karma (todo esto nos invita a la reflexión).
Dice Santiago que nosotros “tenemos que refrenar la
lengua” (aquél que sabe refrenar la lengua, puede refrenar todo el cuerpo), y
nos pone como ejemplo el caso del caballo (al caballo se le pone el freno en la
boca, en el hocico, y es así como logramos dominarlo, manejarlo).
Lo mismo sucedería si nosotros refrenáramos la lengua;
nos haríamos dueños de todo nuestro cuerpo.
Dice Santiago: “Mirad también las naves; aunque tan
grandes y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño
timón” (que es verdaderamente pequeño, en comparación con el enorme tamaño que
tienen los buques).
La lengua es pequeña, sí, pero, ¡que grandes
incendios forma!
Se nos enseña, en esa epístola, a no jactarnos
jamás de nada.
Aquél que es jactancioso de sí mismo, de sus obras,
de lo que ha hecho, indudablemente es soberbio, pedante, y fracasa en la Gran
Obra.
Necesitamos humillarnos ante la Divinidad, ser cada
día más y más humildes, si es que queremos trabajar en la Gran Obra; no
presumir jamás de nada, ser sencillos siempre.
Eso es vital cuando se quiere triunfar en la Gran Obra,
en el magnus opus.
samael aun weor
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