ERIGENA
Por:
Maurice Nicoll
El punto
de vista de Erigena.
Tomemos,
como ejemplo, el sistema de Erigena, y examinémoslo brevemente.
Este
sistema pertenece al siglo diez, a. C. y su punto de vista general, como el del
sistema Pitagórico-Platónico, que ya hemos visto, puede expresarse en la frase visibilia ex invisibilibus.
Lo
visible deriva de lo invisible.
Es un
sistema basado en la escala.
De
acuerdo con todos los sistemas de esta naturaleza, vivimos en un universo
creado en el que nada vive de sí mismo, pues todo el universo, incluyendo
aquella parte hacia la cual se abren nuestros sentidos, está conectado.
Erigena
coloca en la cima de la realidad a la mente en si, o a la Deidad, definiéndola
como aquello que crea, pero que no es creada.
¿Dónde está,
pues, esta mente de la cual deriva todo el orden del Universo?
Se nos
ha dicho que DIOS no está en el
espacio ni en el tiempo; que la Mente; en su sentido supremo, siendo el
poder que da orden a todo, no
puede ser comprendida por nuestra razón 'pasiva',
sobre la que están impresas las ideas naturales derivadas de nuestra
experiencia sensible, y que ningún pensamiento puede abarcar toda su medida.
Pues se
encuentra fuera del visible mundo del espacio y corre a lo largo del tiempo.
En
seguida, aprendemos que de esta Mente se deriva, primero, el orden de las ideas
(acerca de las cuales ya hemos tratado) y de las que son copia todas las cosas
creadas.
Naturalmente
este orden es algo que no puede aprehenderse por medio de los sentidos
ordinarios.
Entonces
tenemos que las ideas, como un segundo
orden, también son creadas y a su vez crean.
En
última instancia crean el orden de vida con el cual estamos familiarizados, el
mundo visible de las gentes, de los animales, de las plantas.
Podemos
imaginar a un arquitecto que informa a sus discípulos de sus planes, y les
encarga llevar a cabo sus instrucciones.
Pero, a
la vez, hemos de imaginar que las condiciones, bajo las cuales deben cumplirse
estas instrucciones, están también definitivamente limitadas.
Como
ejemplos prácticos, o como experimentos de las ideas, estamos sujetos al
tiempo que pasa, en el cual nada puede realizarse instantáneamente.
Todo ha
de conformarse a un proceso de transición que va de un momento a otro.
El tercer orden es, por lo tanto, el
orden de las cosas creadas —incluyéndonos a nosotros mismos— y que podemos
percibir en el tiempo y que necesariamente son copias imperfectas de las ideas
que proceden de la Mente.
Entendemos,
por lo tanto, que el mundo fenomenal es un mundo de efectos, cuyas causas se
encuentran a un nivel superior en la
escala de la realidad.
Aun
cuando estos efectos están relacionados los unos a los otros, en cierta
secuencia en el orden del tiempo, hecho que nos es posible estudiar de un modo
científico, no podemos llegar a las causas como es debido.
Aún más;
hemos aprendido que aquello que se encuentra fuera del tiempo está libre de los
opuestos y de las contradicciones internas.
En el
tiempo, todo lo experimentamos en términos de opuestos, y nuestro pensar se
basa en eso principalmente, en los opuestos.
De esto
sigue que la Mente en si misma
se encuentra mucho más allá de nuestro nivel natural de pensamiento.
Por este
motivo Erigena dice que no podemos aplicar nombre ni cualidad conocida alguna a
DIOS.
Se le
puede llamar Verdad, Bien, Justicia o cualquier otro nombre que queramos, pero
todos estos predicados implican un opuesto.
Y ya que
pensamos por medio de palabras, para las cuales siempre podemos hallar un
opuesto, nos es imposible concebir la naturaleza de Dios.
La
escala del mundo de Erigena parece, entonces, ser una escala descendente que
empieza en lo que es un todo y perfecto, y que desciende a lo que es división
y menos perfecto, o sea que va del diseño a la copia.
He
presentado esta escala lo más brevemente posible.
Maurice
Nicoll
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