lunes, 5 de octubre de 2015

ERIGENA

ERIGENA
Por: Maurice Nicoll

El punto de vista de Erigena.

Tomemos, como ejemplo, el sistema de Erigena, y examinémoslo brevemente.

Este sistema pertenece al siglo diez, a. C. y su punto de vista general, como el del sistema Pitagórico-Platónico, que ya hemos visto, puede expresarse en la frase visibilia ex invisibilibus.

Lo visible deriva de lo invisible.

Es un sistema basado en la escala.

De acuerdo con todos los sistemas de esta naturaleza, vivimos en un universo creado en el que nada vive de sí mismo, pues todo el universo, incluyendo aquella parte hacia la cual se abren nuestros sentidos, está conectado.

Erigena coloca en la cima de la realidad a la mente en si, o a la Deidad, definiéndola como aquello que crea, pero que no es creada.

¿Dónde está, pues, esta mente de la cual deriva todo el orden del Uni­verso?

Se nos ha dicho que DIOS no está en el espacio ni en el tiempo; que la Mente; en su sentido supremo, siendo el poder que da orden a todo, no puede ser comprendida por nuestra razón 'pasiva', sobre la que están impresas las ideas naturales derivadas de nuestra experiencia sensible, y que ningún pensamiento puede abarcar toda su medida.

Pues se encuentra fuera del visible mundo del espacio y corre a lo largo del tiempo.

En seguida, aprendemos que de esta Mente se deriva, primero, el orden de las ideas (acerca de las cuales ya hemos tratado) y de las que son copia todas las cosas creadas.

Naturalmente este orden es algo que no puede aprehenderse por medio de los sentidos ordinarios.

Entonces tenemos que las ideas, como un segundo orden, también son creadas y a su vez crean.

En última instancia crean el orden de vida con el cual estamos familiarizados, el mundo visible de las gentes, de los animales, de las plantas.

Podemos imaginar a un arquitecto que informa a sus discípulos de sus planes, y les encarga llevar a cabo sus instrucciones.

Pero, a la vez, hemos de imaginar que las condiciones, bajo las cuales deben cum­plirse estas instrucciones, están también definitivamente limitadas.

Como ejemplos prácticos, o como experimentos de las ideas, esta­mos sujetos al tiempo que pasa, en el cual nada puede realizarse instantáneamente.

Todo ha de conformarse a un proceso de transición que va de un momento a otro.

El tercer orden es, por lo tanto, el orden de las cosas creadas —incluyéndonos a nosotros mismos— y que pode­mos percibir en el tiempo y que necesariamente son copias imperfectas de las ideas que proceden de la Mente.

Entendemos, por lo tanto, que el mundo fenomenal es un mundo de efectos, cuyas causas se encuen­tran a un nivel superior en la escala de la realidad.

Aun cuando es­tos efectos están relacionados los unos a los otros, en cierta secuencia en el orden del tiempo, hecho que nos es posible estudiar de un modo científico, no podemos llegar a las causas como es debido.

Aún más; hemos aprendido que aquello que se encuentra fuera del tiempo está libre de los opuestos y de las contradicciones internas.

En el tiempo, todo lo experimentamos en términos de opuestos, y nuestro pensar se basa en eso principalmente, en los opuestos.

De esto sigue que la Mente en si misma se encuentra mucho más allá de nuestro nivel natural de pensamiento.

Por este motivo Erigena dice que no podemos aplicar nombre ni cualidad conocida alguna a DIOS.

Se le puede llamar Verdad, Bien, Justicia o cualquier otro nombre que queramos, pero todos estos predicados implican un opuesto.

Y ya que pensamos por medio de palabras, para las cuales siempre podemos hallar un opuesto, nos es imposible concebir la naturaleza de Dios.

La escala del mundo de Erigena parece, entonces, ser una escala descendente que empieza en lo que es un todo y perfecto, y que des­ciende a lo que es división y menos perfecto, o sea que va del diseño a la copia.

He presentado esta escala lo más brevemente posible.

Maurice Nicoll




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