EL PATRÓN DE LOS VIAJEROS
Tomado del círculo de investigación de la antropología
gnóstica
SAN CRISTOBAL
Dentro de la religión cristiana existen múltiples
historias de grandes Iniciados que desde el punto de vista esotérico, son algo
más que simples historias, son un camino a seguir, una enseñanza superior para
penetrar en la senda del filo de la navaja.
En este capítulo hemos elegido la historia y el proceso de un gran Iniciado de la Fraternidad Blanca.
En este capítulo hemos elegido la historia y el proceso de un gran Iniciado de la Fraternidad Blanca.
Al mismo se le conoce en la actualidad por ser el patrón
de los viajeros y se llama San Cristóbal.
Vamos por tanto, a explicar su historia y develar el
contenido esotérico de dicho Iniciado:
San Cristóbal, cuyo nombre era Offerus, era robusto y alto de estatura, una especie de gigante, se dice que además era un hombre duro y tenaz.
San Cristóbal, cuyo nombre era Offerus, era robusto y alto de estatura, una especie de gigante, se dice que además era un hombre duro y tenaz.
Cuando era joven se marchó de su hogar alegando querer
servir al rey más poderoso de la Tierra.
Emprendió su marcha y viajó de corte en corte hasta
encontrar un rey muy poderoso, que se decía que era el rey más poderoso de la
Tierra, se presentó ante él y le pidió que le aceptara como su servidor.
El rey, al verle tan joven y fuerte aceptó.
Pasó el tiempo y un día estando junto al rey, le vio
aterrorizarse y hacer la señal de la cruz porque un juglar había pronunciado el
nombre del diablo.
Offerus asombrado, le preguntó:
¿Por qué os habéis asustado?
¿Por qué os habéis asustado?
Y el rey le respondió:
«Es que temo al Diablo».
«Es que temo al Diablo».
Entonces Offerus, decepcionado, dijo:
«Si temes al Diablo es que no eres tan poderoso como él, en ese caso, a partir de este momento quiero servir al Diablo» y partió de la corte en busca del propio Diablo.
Después de muchos viajes en busca del poderoso monarca, vio venir en su dirección una nutrida tropa de jinetes vestidos de rojo, y con yelmo de guerra con su jefe a la cabeza, el cual era negro.
«Si temes al Diablo es que no eres tan poderoso como él, en ese caso, a partir de este momento quiero servir al Diablo» y partió de la corte en busca del propio Diablo.
Después de muchos viajes en busca del poderoso monarca, vio venir en su dirección una nutrida tropa de jinetes vestidos de rojo, y con yelmo de guerra con su jefe a la cabeza, el cual era negro.
El jefe se dirigió a Offerus y le dijo:
¿A quién buscas?
¿A quién buscas?
Offerus respondió:
«Busco al Diablo para servirle».
«Busco al Diablo para servirle».
El jefe entonces afirmó:
«Yo soy el Diablo y te acepto en mis tropas, sígueme».
«Yo soy el Diablo y te acepto en mis tropas, sígueme».
Un día cualquiera después de mucho cabalgar, la tropa
infernal se encontró ante una CRUZ, que estaba a la orilla de un camino, el
Diablo al verla, ordena dar media vuelta y marchar por otro camino.
Offerus al verlo se dirige al Diablo y le
interroga:
¿Por qué has mandado dar la vuelta?
¿Por qué has mandado dar la vuelta?
El Diablo le contesta:
«Porque temo la imagen de Cristo».
«Porque temo la imagen de Cristo».
Offerus entonces, dijo:
«Si temes la imagen de CRISTO, es que eres menos poderoso que él, en tal caso, quiero entrar al servicio de Cristo».
Offerus pasó por delante de la CRUZ y continuó su camino en busca de su nuevo jefe.
Después de muchos viajes, encontró a un ermitaño y le preguntó dónde podría encontrar a CRISTO.
«Si temes la imagen de CRISTO, es que eres menos poderoso que él, en tal caso, quiero entrar al servicio de Cristo».
Offerus pasó por delante de la CRUZ y continuó su camino en busca de su nuevo jefe.
Después de muchos viajes, encontró a un ermitaño y le preguntó dónde podría encontrar a CRISTO.
El ermitaño, sabio como ninguno, le contestó:
«En todas las partes».
«En todas las partes».
«No lo entiendo -dijo Offerus-, pero si me habéis dicho
la verdad, ¿qué servicios podría prestar a mi nuevo señor el CRISTO?»
El ermitaño le respondió:
«Se le sirve con la oración, el ayuno y la vigilia y si quieres ser más agradable a él, sígueme».
Y cogiendo la mano de Offerus, le condujo, a través de un camino rocoso, a la orilla de un impetuoso torrente de agua, que descendía de una alta montaña, y le dijo:
«Los pobres que intentaron cruzar estas aguas, se ahogaron; quédate aquí y traslada a la otra orilla, sobre tus fuertes hombros y poderosas piedras, a aquellos que te lo pidieren.
El ermitaño le respondió:
«Se le sirve con la oración, el ayuno y la vigilia y si quieres ser más agradable a él, sígueme».
Y cogiendo la mano de Offerus, le condujo, a través de un camino rocoso, a la orilla de un impetuoso torrente de agua, que descendía de una alta montaña, y le dijo:
«Los pobres que intentaron cruzar estas aguas, se ahogaron; quédate aquí y traslada a la otra orilla, sobre tus fuertes hombros y poderosas piedras, a aquellos que te lo pidieren.
Si haces esto por amor a CRISTO, Él te admitirá como su
servidor».
Respondió Offerus, lleno de seguridad: «Así lo haré, por amor a Cristo», y entonces comenzó a construirse una casa a la ribera del río, comenzando a transportar de noche y de día a aquellos viajeros pobres que se lo pedían.
Cierta noche, estando en la casa abrumado por la fatiga, le sobresaltaron tres golpes dados a su puerta y oyó la voz de un niño que le llamaba tres veces por su nombre.
Respondió Offerus, lleno de seguridad: «Así lo haré, por amor a Cristo», y entonces comenzó a construirse una casa a la ribera del río, comenzando a transportar de noche y de día a aquellos viajeros pobres que se lo pedían.
Cierta noche, estando en la casa abrumado por la fatiga, le sobresaltaron tres golpes dados a su puerta y oyó la voz de un niño que le llamaba tres veces por su nombre.
Se levantó, subió al niño sobre su ancha espalda y
penetró en el torrente.
Al llegar a la mitad, vio cómo el torrente se enfurecía
de pronto, las olas del agua aumentaban y se precipitaban sobre sus fuertes
piernas como para derribarle.
Offerus aguantaba lo mejor que podía, pero el niño,
además, se hacía cada vez más pesado.
Temeroso de dejar caer al pequeño viajero, arrancó un
árbol para apoyarse en él; pero la corriente seguía creciendo y el niño se iba
haciendo cada vez más pesado.
Offerus, temiendo que el niño se ahogara, le miró y le
dijo:
«Niño, ¿por qué te haces tan pesado?, parece como si en lugar de transportar un niño, transportara el mundo entero».
El niño le respondió:
«No solamente transportas el mundo, sino aquel que hizo el mundo. Yo soy CRISTO, tu Dios y señor, y en recompensa de tus buenos servicios, te bautizo en el nombre del PADRE, en el del HIJO y en el del ESPÍRITU SANTO. En adelante te llamarás CRISTO-BAL».
Cuenta la historia de los siglos, que desde aquel día, CRISTO-BAL, viajó de tierra en tierra enseñando la palabra de CRISTO, logrando su objetivo el servir al rey más poderoso del mundo: CRISTO.
Interpretación Esotérica
Los viajes constantes de San Cristo-Bal, representan el adentramiento del INICIADO en el esoterismo, la búsqueda de la LUZ.
«Niño, ¿por qué te haces tan pesado?, parece como si en lugar de transportar un niño, transportara el mundo entero».
El niño le respondió:
«No solamente transportas el mundo, sino aquel que hizo el mundo. Yo soy CRISTO, tu Dios y señor, y en recompensa de tus buenos servicios, te bautizo en el nombre del PADRE, en el del HIJO y en el del ESPÍRITU SANTO. En adelante te llamarás CRISTO-BAL».
Cuenta la historia de los siglos, que desde aquel día, CRISTO-BAL, viajó de tierra en tierra enseñando la palabra de CRISTO, logrando su objetivo el servir al rey más poderoso del mundo: CRISTO.
Interpretación Esotérica
Los viajes constantes de San Cristo-Bal, representan el adentramiento del INICIADO en el esoterismo, la búsqueda de la LUZ.
Los reyes simbolizan a los falsos profetas que intentan
desviar del camino al INICIADO. Lucifer es el dador de Luz, con poder sobre los
Cielos y los Infiernos, por eso San Cristo-Bal adquirió su sabiduría, pero sin
dejarse atrapar por su fuego.
El Ermitaño simboliza al Gurú interior del Iniciado, el
que le guía por la senda rocosa para no caer en el precipicio de perdición.
El Torrente y las aguas simbolizan el trabajo en el
ARCANO A.Z.F., la purificación de las aguas alquimias sexuales.
La CASA que construyó San Cristo-Bal, simboliza el Templo
interior que cada iniciado debe levantar con la ayuda de las aguas seminales.
El NIÑO representa al CRISTO íntimo que debe nacer en el
interior de cada INICIADO y para no caer en el TORRENTE alquímico, debe
sujetarse al ÁRBOL del Conocimiento, de la Sabiduría Filosófica.
Por último, el BAUTISMO, es un pacto de agua y fuego
(Alquímico) mediante el cual se llega a la unión con el REAL SER, con el KETER
de la Kábala, el ANCIANO de los DÍAS.
SAN CRISTÓBAL
(Extracto del libro "El Misterio de las Catedrales" Fulcanelli)
Aproximadamente en el 1748 el capitulo de Notre-Dame recibió la orden de eliminar la estatua de San Cristóbal. El coloso, pintado de gris, hallándose adosado a la primera columna de la derecha, entrando en la nave.
SAN CRISTÓBAL
(Extracto del libro "El Misterio de las Catedrales" Fulcanelli)
Aproximadamente en el 1748 el capitulo de Notre-Dame recibió la orden de eliminar la estatua de San Cristóbal. El coloso, pintado de gris, hallándose adosado a la primera columna de la derecha, entrando en la nave.
Había sido erigido en 1413 por Antoine des Essarts,
chambelán del rey Carlos VI.
Se pretendió quitarlo en 1772, pero Christophe de
Beaumont, a la sazón arzobispo de París, se opuso rotundamente a ello.
Sólo después de muerto éste, fue la estatua arrastrada
fuera de la metrópoli y destruida.
Notre-Dame de Amiens posee todavía el buen gigante
cristiano portador del Niño Jesús; pero lo cierto es que si escapó a la
destrucción, fue debido únicamente a que forma parte del muro: es una escultura
en bajo relieve.
La catedral de Sevilla conserva también un San Cristóbal
colosal y pintado al fresco.
El de la iglesia de Saint-Jacques-la-Boucherie pereció
con el edificio, y la bella estatua de la catedral de Auxerre, que databa de
1539, fue destruida, por orden oficial, en 1768, sólo algunos años antes que la
de París.
Es evidente que para motivar tales actos, se requerían poderosas razones.
Es evidente que para motivar tales actos, se requerían poderosas razones.
Aunque nos parezcan injustificadas, encontrarnos, empero,
su causa en la expresión simbólica sacada de la leyenda y condensada -sin duda
con excesiva claridad- en la imagen.
San Cristóbal, cuyo nombre primitivo, Offerus, nos revela
Jacques de Voragine, significa, para la masa, el que lleva a Cristo (del griego
Xpoto opos); pero la cábala fonética descubre otro sentido, adecuado y conforme
a la doctrina hermética.
Se dice Cristóbal en vez de Crisofo: que lleva el oro (en
griego, Xpvoo opos).
Partiendo de esto comprendemos mejor la gran importancia
del símbolo, tan elocuente, de San Cristóbal.
Es el jeroglífico del azufre solar (Jesús) o del oro
naciente, levantado sobre las ondas mercuriales y elevado a continuación, por
la energía propia del mercurio, al grado de poder que posee el Elixir.
Según Aristóteles, el Mercurio tiene por color
emblemático el gris o el violeta, lo cual hasta para explicar el hecho de que
las estatuas de San Cristóbal estuviesen revestidas de una capa de dicho tono.
Cierto número de antiguos grabados que se conservan en la
sala de las Estampas de la Biblioteca Nacional, y que representan al coloso,
aparecen ejecutados a simple trazo y en un tono de hollín desleído.
El más antiguo data de 1418.
En Rocambadour (Lot), podemos ver todavía una gigantesca estatua de San Cristóbal, erigida sobre la explanada de Saint-Michel, delante de la iglesia.
En Rocambadour (Lot), podemos ver todavía una gigantesca estatua de San Cristóbal, erigida sobre la explanada de Saint-Michel, delante de la iglesia.
A su lado observamos un viejo cofre ferrado, y encima de
éste, un tosco fragmento de espada clavado en la roca y sujeto por una cadena.
Según la leyenda, este fragmento perteneció a la famosa
Durandarte, la espada que rompió el paladín Roldán al abrir la brecha de
Roncesvalles.
Sea como fuere, la verdad que se infiere de estos
atributos es muy transparente.
La espada que hiende la roca, la vara de Moisés que hace
brotar el agua de la piedra de Horeb, el cetro de la Diosa Rea, que golpeó con
él el monte Dyndimus, la jabalina de Atalanta, son, en realidad, un solo y
mismo jeroglífico de esa materia oculta de los Filósofos, de la que San
Cristóbal representa la naturaleza, y el cofre ferrado, el resultado.
Lamentamos no poder extendernos más sobre el magnífico emblema que tenía reservado el primer lugar de las basílicas ojivales.
Lamentamos no poder extendernos más sobre el magnífico emblema que tenía reservado el primer lugar de las basílicas ojivales.
No nos queda ninguna descripción precisa y detallada de
estas grandes figuras, grupos admirables por la enseñanza que contenían, pero a
los que una época superficial y decadente hizo desaparecer, sin tener la excusa
de una indiscutible necesidad.
M. I. F.
M. I. F.
Texto tomado del círculo de
investigación de la antropología gnóstica.
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