EL APÓSTOL JUAN
POR: SAMAEL AUN WEOR
¿Qué diríamos de Juan?
Él es, fuera de toda duda, el Patrono de los
fabricantes de Oro.
¿Habrá alguien que haya fabricado oro?
Sí; recordemos a Raimundo Lulio.
Raimundo Lulio lo hizo: enriqueció las arcas de
Felipe el Hermoso, de Francia; y las del Rey de Inglaterra.
Todavía se recuerdan cartas de Raimundo Lulio.
Una de ellas habla de “un hermoso diamante”, con el
cual obsequiara nada menos que al Rey de Inglaterra (disolvió un cristal, entre
el “crisol”, y luego, poniendo agua y mercurio sobre aquel cristal, lo
transformó en un gigantesco diamante, extraordinariamente fino, con el obsequió
al Rey de Inglaterra).
Y en cuanto a la transmutación del plomo en oro, lo
hacía gracias al Mercurio Filosofal.
Raimundo Lulio enriqueció a toda Europa con sus
fundiciones, y sin embargo él permanecía pobre.
Viajero extraordinario de todos los países del
mundo, al fin murió lapidado en una de esas tierras (reflexionen ustedes en
esto).
Así pues Juan, el apóstol de Jesús, es el Patrono
de los fabricantes de Oro.
Se dice que en alguna ocasión, encontró en su
camino (en un pueblo por ahí, del Oriente) a un filósofo que trataba de
convencer a las gentes, de demostrarles lo que él podía hacer con la palabra,
con el verbo.
Dos jóvenes, que habían escuchado sus enseñanzas,
abandonaron sus riquezas, las vendieron, y con ellas compraron un gran
diamante.
Pusieron, en presencia del honorable público, el
diamante en manos del filósofo; éste se lo regresó y ellos, con una piedra,
destruyeron la gema.
Juan protestó diciendo:
“Con tal gema, se le podría dar de comer a los
pobres”...
Dicen que Juan, ante las multitudes reconstruyó la
gema y que luego la vendió, para dar de comer a las multitudes.
Más los jóvenes, arrepentidos, se dijeron a sí
mismos:
“¡Qué tontos fuimos al haber salido de todas
nuestras riquezas para comprar un gran diamante que ahora se vuelve pedazos y
que luego reconstruyen para repartirlo entre las gentes!”.
Pero Juan, que veía todas las cosas del cielo y de
la tierra (y que sabía transmutar el plomo en oro), hizo traer de las orillas
del mar (de por allí cerca), unas piedras y unas cañas (la piedra, símbolo de
la Piedra Filosofal del sexo, y la caña símbolo de la espina dorsal, pues allí
está el poder para transmutar el plomo en oro), y después de convertir aquellas
cañas y aquellas piedras en oro, le devolvió las riquezas a los jóvenes; pero
les dijo: “Habéis perdido lo mejor.
Os devuelvo lo que disteis, pero perdisteis lo que
habíais logrado en los mundos superiores”.
Luego acercándose a una mujer que había muerto, la
resucitó.
Ella entonces contó lo que había visto fuera del
cuerpo y también se dirigió a aquellos jóvenes, diciendo que “había visto a sus
ángeles guardianes llorando con grande amargura, porque ellos habían perdido lo
mejor por las vanas cosas perecederas”...
Es claro que los jóvenes se arrepintieron,
devolvieron el oro a Juan, y Juan volvió a trocar ese oro en lo que era (en
cañas y piedras), y se convirtieron en sus discípulos.
Así pues, Juan y la “Orden de San Juan” nos invitan
a pensar.
Juan es Patrono de los que hacen Oro; nosotros
necesitamos transmutar el plomo de la personalidad en el oro vivísimo del
Espíritu.
Por algo es que se les llama, a los grandes Maestros
de la Logia Blanca, “Hermanos de la Orden de San Juan”.
Muchos creen que Juan, el apóstol del Maestro
Jesús, desencarnó; mas él no desencarnó.
Viejas tradiciones dicen que hizo cavar su fosa
sepulcral, que se acostó en ella, que resplandeció en luz y desapareció (la
fosa quedó vacía).
Nosotros sabemos que Juan, el apóstol del Cristo,
vive con el mismo cuerpo que tuvo en la Tierra Santa y que vive precisamente en
Agartha, en el reino subterráneo, allí donde está la orden de Melquisedec, y
que acompaña al Rey del Mundo (vean ustedes cuán interesante es esto).
samael aun weor
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